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El país más industrializado, usa presos para su "floreciente economía"

El país más industrializado, usa presos para su "floreciente economía" No es difícil observar lo que sucedió durante los últimos veinte años: en la última fase de la Guerra Fría, la industria guerrerista, la tecnología y el conocimiento en seguridad se convirtieron en jugosos negocios. El «complejo industrial-penal» tiene diferentes facetas, pero la más rentable entre ellas, tanto para las grandes empresas que lo administran como para aquellas que tratan de reducir sus costos de producción, es la abundancia de mano de obra barata en las prisiones.

Un ejemplo escandaloso es el de la empresa LTI Inc. que, de acuerdo con la Wackenhut Corrections, trasfirió sus instalaciones al interior de las estructuras carcelarias para aprovechar la mano de obra. ¿Dónde si no encontrar trabajadores que reciban el salario mínimo y no puedan sindicalizarse?

No se trata de un caso aislado. En California, el sistema es floreciente gracias a los bajos costos de la mano de obra (22 centavos de dólar la hora [6] y beneficia a diversas empresas: Microsoft, Colgate Palmolive, Starbucks... [7]. Si no quieren perder sus «ventajas» (la libertad condicional o el beneficio por buena conducta), los trabajadores no tienen otra opción que el trabajo.

Estos esclavos modernos -obligados a trabajar y privados de todo derecho- son de gran utilidad para las empresas que los utilizan. Los beneficios obtenidos por el trabajo de los prisioneros en 1980 fueron de 392 millones de dólares. Alcanzaron 3,310 millones en 1994 gracias al aumento del número de prisioneros.

Las principales empresas del sector se nombran Wackenhut Corporation, CCD y Correctional Services Corporation. Ya han exportado el modelo a otros países anglófonos y piensan extender sus mercados durante los próximos años a otros países industrializados.

Los efectos perversos de esta estrategia son evidentes: la demanda de mano de obra barata y de inversiones produce una fuerte presión sobre el sistema policiaco y judicial en el sentido de un aumento del número de prisioneros. El negocio del PIC representa también con frecuencia la única oportunidad de atraer ingresos y crear puestos de trabajo en las comunidades rurales empobrecidas.

Ruth y Craig Wilmore son responsables del California Prison Moratorium Project, un movimiento cuyo objetivo es impedir la construcción de nuevas prisiones y militan por el cierre de las ya existentes.

Ruth acaba de escribir un libro sobre estas luchas en California cuyo título es más que elocuente: Golden Goulag. California, quinta economía del mundo, posee también las estadísticas más escalofriantes: durante las últimas dos décadas, allí se construyeron 23 prisiones con capacidad de entre 4,000 y 6,000 prisioneros.

El ejemplo de Corcoran (condado de Kings) es elocuente. Este pequeño centro agrícola posee dos prisiones y un total de 11,000 prisioneros. La población de 9,000 habitantes es estable desde 1980 -fecha en que se construyó el primer establecimiento. En esa época, mil habitantes vivían por debajo del límite de pobreza. Diez años más tarde, tras una inversión del Estado en las prisiones de mil millones de dólares, el número de pobres pasó a 2,000 [8].
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Mi frase para hoy:

“En la nueva guerra ideológica que impone la mundialización, los medios de comunicación son utilizados como un arma de combate.”
Ignacio Ramonet

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